“En Kabul vuelan cometas: Vida de una mujer sufi en Afganistán”

En estos tiempos de islamofobia se echa de menos una literatura que dé una visión positiva del Islam. Los medios de comunicación occidentales han creado una imagen falsa del mundo musulmán y más aún del lugar que ocupa la mujer en él a lo largo de la historia. Se ignora el papel destacado de mujeres de sabiduría, santas y filósofas, reinas y gobernantas, narradoras y poetas que han tenido un lugar destacado en países considerados islámicos. Conviene distinguir entre el Islam como religión y el uso que el poder hace de esta religión. De la misma manera que existen hoy grupos terroristas que se apropian del nombre de esta religión para sembrar el terror con citas coránicas fuera de contexto, ha habido y sigue habiendo otros grupos que en nombre de otras religiones cometen los mismos crímenes parecidos. Puede verse, por ejemplo, la persecución que, en nombre del budismo, hizo el gobierno de Japón en el siglo XVII, contra los católicos japoneses. En “Silencio”, la película de Scorserse, puede verse la crueldad con la que se torturas hasta el exterminio. Otro tanto puede decirse de los gobiernos católicos en tiempos de la Inquisición.

De la mujer en el Islam parece que solo sabemos que llevan velo y deducimos de esto su sometimiento. Con el pretexto de liberar a la mujer se quiere justificar hasta la invasión armada de ciertos países. Sin embargo, hay que tener en cuenta que el velo no es una imposición del Corán sino una costumbre más de la situación de desventaja respecto al varón que tenía la mujer en la época en que se escribió. No es de extrañar que haya feministas que se apoyen en el libro sagrado para reclamar derechos y libertades que las costumbres tribales y las leyes de sus países les niegan.

Para desmontar esta ignorancia del mundo árabe y musulmán hacen falta opiniones como las que se sustentan en este libro que recomendamos. Se trata de una novela pero está ampliamente documentada y aunque su autora no pertenece al mundo que describe, parece conocerlo muy bien. La narración refleja lecturas de Fátima Mernissi (Islam y Democracia) ; Annemarie Schimmel (My Soul is a woman. The Femenine in Islam); Margaret Smith (Rabia the Mystic and her Fellow Saints in Islam) y de otras escritoras (desgraciadamente no todas traducidas en español) que hacen una lectura contextualizada de la religión islámica.

La protagonista de la obra es una mujer sufí, la corriente mística del Islam más cercana a los valores occidentales, por su libertad y tolerancia. Además de otros valores, comunes a las místicas de otras religiones. Se hace alusión a ciertas costumbres del sufismo, como la aparición del maestro invisible cuando las sociedades cerradas en las que vive la aprendiz hace imposible tener uno de carne y hueso. Aquí aparece una maestra que enseña con magias y cuentos y hace reír como Nasrudín, el sufí errante de los cuentos populares.

Seguramente, la visión que tenemos del sufismo en occidente es más masculina: las poesías de Rumi y los giros de los derviches de Konnya. En esta novela, en cambio, nuestra derviche es una mujer afgana que se agarra a la mística para salir de la cárcel en que los talibán han convertido Afganistán, su país, para las mujeres. Y como todos los santos de todas las religiones, no se conforma con la liberación individual, sino que trabaja para conseguir la de todo el país, buscando, y encontrando, la solidaridad de sus iguales: otras mujeres que luchan contra los fundamentalismos con el Corán en la mano.

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